Cuando Andrés abrió el sobre que su mujer le estaba ofreciendo, nunca se hubiera imaginado lo que contenía. Llevaban años sin regalarse nada el día de San Valentín, que además era su aniversario, y aquello le resultó incluso incómodo porque nada tenía preparado para ella. Puso cara de sorpresa y lo abrió curioso. Sacó la tarjeta lentamente, observando a primera vista que era un diseño muy elegante en tonos oscuros con detalles en dorado y letras en color rosa coral:

Esta tarjeta vale por un masaje erótico en pareja.

Centro de masajes eróticos en Jerez de la Frontera.

 Al leer esto sus ojos subieron buscando los de su mujer, y volvieron a bajar incrédulo para volver a leer aquello que lo había dejado literalmente mudo. Hacía mucho tiempo atrás, en una confesión casi de recién casados (cuando aún se hacían confidencias subidas de tono) le confesó que le encantaría probar algunas cosas nuevas, aunque le daba mucho reparo en pedírselas. Ella, por aquel entonces no compartía esa idea, pero aunque le costara asimilarlo, respetaba aquel sentimiento porque sabía que él nunca sería capaz de serle infiel. Y él guardó esos deseos para sus fantasías en soledad y nunca más volvió a decírselo.

Estaba alucinado, excitado, renovando deseos apagados por su mujer. Solo de pensarlo se ponía muy nervioso al pensar que por fin iba a cumplirse una de sus fantasías, y además, acompañado por su mujer. ¿Estás segura? – le preguntaba una y otra vez y ella divertida asentía con la cabeza, aunque le reconocía que le daba mucho corte.

Aquella tarde noche San Valentín pusieron rumbo a AnnunakiCenter cogidos de la mano y muy nerviosos por la experiencia que iban a vivir, un masaje erótico que le cambiaría la percepción del erotismo y donde entenderían, que lo prohibido, si es en compañía es aún mejor…

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