Quitándome estrés, la primera vez de un ama de casa.

Anunnaki

Abr 25, 2025
Los nervios crecían a medida que se acercaba el momento de la cita, los nervios, los miedos y la vergüenza, imaginando que mi marido me pillaba, imaginando que alguna amiga se enteraba de que había contratado a un hombre para que me diera masajes. Me había puesto ropa interior muy sexi, me había preparado como […]

Los nervios crecían a medida que se acercaba el momento de la cita, los nervios, los miedos y la vergüenza, imaginando que mi marido me pillaba, imaginando que alguna amiga se enteraba de que había contratado a un hombre para que me diera masajes. Me había puesto ropa interior muy sexi, me había preparado como si de una cita con un amante se tratase. Pero, antes de continuar, os cuento desde el principio.

Nunca había pensado que existiese este servicio para mujeres, y menos en mi ciudad, tan tradicional. Por eso cuando busqué en Internet masaje erótico y vi que existía este centro me emocioné. Las fotos del chico me encantaron, un cuerpo como los que sueño cuando mis manos son las que me dan el placer. Llamé y colgué dos o tres veces antes de dejar que me contestasen, una chica muy agradable me informó, me tomó la cita y me dio mucha tranquilidad. Había escogido el servicio más barato, no por necesidad económica, si no por probar qué iba yo a sentir. Hace 15 años que me casé con mi novio de toda la vida, hace 10 que la magia se apagó del todo, en la parte sexual, lo quiero, pero no disfruto en la cama con él. Necesitaba volver a sentirme mujer, necesitaba un orgasmo, o dos…

Ese día, por la mañana, dejé todo listo en casa, me vestí, me perfumé, sabía que mi marido no se iba a dar cuenta, como yo si me había dado cuenta de algunas de sus amantes, no lo culpo por tenerlas, al fin y al cabo yo no le daba placer al igual que el a mi tampoco, por eso me había decidido. Con los nervios de una virgen llamé a la puerta y casi me voy cuando veo ante mi a ese chico joven y guapo, con ese cuerpo que me hizo excitarme solo con verlo. Me invitó a pasar, me acompañó al cuarto y me fue hablando y, con eso, calmando mis nervios, una ducha juntos, no quería ni mirar su miembro, pero no podía evitarlo, era bonito, grande aún sin estar duro, pensé que menos mal que no había penetración en el servicio, no estaba acostumbrada a algo así.

Me tumbé, se puso a mi lado, sus manos empezaron a acariciar cada parte de mi cuerpo, solo sentía placer, mis ojos cerrados para concentrarme en cada poro de mi piel que él fue acariciando. Yo estaba ya empapada y no había hecho más que tocarme la espalda, ni siquiera se había acercado a las partes más eróticas de mi cuerpo. La habilidad del chico se unía a mis deseos, en esos momentos le hubiera hecho el amor, pero no estaba ahí para eso. Siguió dedicándose a mi espalda, la parte de atrás de mis piernas y acarició mis nalgas, no me sentía así de excitada desde aquellos primeros besos furtivos con mi primer novio o la primera vez que hice el amor.

Me di la vuelta, sus caricias se volvieron mas sensuales todavía, cada roce, cada masaje, cada vez que tenía contacto sus manos con mi piel todo mi cuerpo se estremecía, un calor, un fuego, empezaba a recorrer mi vientre, sabía que venía luego, lo deseaba en ese momento, mojaba las sabanas debajo de mi, y él lo sabía, había controlado cada gemido, cada suspiro y cada vez que me estremecía hasta ese momento, me estaba haciendo disfrutar y lo estaba prolongando, para darme el máximo placer, ¡y cómo lo hacía!

Y llegó, me inundó el placer, sentí aquello que anhelaba, ¡y cómo! Parecía una fuente, logró que lo pareciera, y a cada momento que salía un poco más mi cuerpo se curvaba de placer, sentía que moría, pero de la muerte más dulce, pequeña muerte lo llaman en Francia. Cada vez que sus dedos jugaban un poco más mi placer volvía a subir, fue intenso, largo, maravilloso, terminó en un relax absoluto, estaba en una nube, seguía sintiendo el placer aunque él ya solo acariciaba suavemente mi piel.

Ya relajada, me duché, dejando que las caricias suyas fuesen sustituidas por las gotas de agua que caían por todo mi cuerpo. Al terminar, todo mi cuerpo estaba en sintonía, no andaba, flotaba. Me despedí de él y fui a casa, me daba tiempo a preparar la comida que había dejado casi lista. Esa tarde mi marido y yo pasamos el tiempo charlando, ahora entiendo por qué el llega tan contento esas veces que trabaja hasta tarde, pero yo se que no…

La próxima vez probaría más servicios….